Opinión

El profe, el periodista

En su columna, el periodista Rodrigo Campusano recuerda a uno de sus maestros en la pasión de contar historias.

Rodrigo Campusano

Rodrigo Campusano

Aysén
El profe, el periodista
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Por Rodrigo Campusano *

 

Tuve y sostengo una gran admiración por el escritor chileno y periodista Guillermo Blanco, quien además guió mi tesis universitaria sobre la historia de la revista Cauce, ícono de la resistencia informativa a Pinochet. Además de ser una enciclopedia del periodismo chileno e internacional, el profe Guillermo destacaba por pequeños gestos que para mí se convirtieron en ingredientes fundamentales de mi memoria ética profesional. Es así: frente a dilemas éticos importantes, me pregunto qué haría Blanco. Lo invoco porque Guillermo era un gran matizador, pero no amarillo, aunque DC (pero con todas sus letras: Demócrata y Cristiano). Y esos matices a veces me ayudan a no extremar y perder oportunidades, precisamente por ver todo blanco o negro.

 

Sus correcciones de redacción las trabajaba en una gigantesca tabla que luego, seguramente con su ayudante, recortaba para después añadir pequeños cuadraditos corcheteados con apreciaciones absolutamente personalizadas sobre cada tipo de estilo o falta de este que hubiese en la sala. Además, escribía minuciosamente sobre tus páginas encima de cada error, sugerencia o giro puntual que el texto requería. Un trabajo fino y admirable que debiera estar en la esencia de corregir. Ahí aprendí a incorporar otros tonos críticos y espacios más digeribles; que no basta con decir esto está malo. Tienes el deber profesional de mejorarlo, desde la redacción y desde donde lo mires. Aprendí mucho de ética profesional con Guillermo Blanco: sostenía que la forma de decir nunca debe abandonar la ética; se molestaba cuando me desbandaba en puteadas y mi texto perdía sentido. Pero le gustó (sin mesura cristiana ni pacatería) un reportaje que escribí sobre el comercio sexual de los bajos fondos santiaguinos, un reporteo noventero, quizás hoy impublicable.

 

Con una genuina humildad (apenas mencionaba su éxito editorial con Gracia y el forastero), me enseñó que hay que buscar las respuestas cuando las frases no encuentran su giro idiomático. De entre las cosas más lindas que recuerdo del profe Blanco está su tarjeta de presentación, un sencillo cartón áspero y pálido que ponía:

 

Guillermo Blanco

Civil

 

* Rodrigo Campusano es periodista y director de DeNota

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